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Rechacemos de una vez por todas esta conversación "entre la espada y la nuca”

Cincuenta años después, seguimos enfrentándonos a la borradura colonial en la forma misma de encuadrar la cuestión de la liberación palestina.

Shadi Chalesh25 octubre 2023

Rechacemos de una vez por todas esta conversación "entre la espada y la nuca”

El doble rasero de los medios de comunicación de Occidente respecto de Israel y Palestina exige que los palestinos y sus aliados se rindan a la lógica de la ocupación israelí. Shadi Chalesh escribe sobre la importancia de que rechacemos y deslegitimemos preguntas que exigen que los palestinos capitulen.

 En la mañana del sábado 7 de octubre, el brazo militar de Hamás, apoyado por otras facciones palestinas asentadas en la ocupada Franja de Gaza, lanzó la "Operación Inundación de al Aqsa". La mayoría de los diarios y comentaristas de los países occidentales se dieron de inmediato a informar sobre el acontecimiento sin que no pocos de ellos dejaran de repetir el mismo mantra: los palestinos habían desencadenado una guerra contra Israel. "Israel toma represalias contra ataques" —declara The Independent. "Hamás ataca e Israel declara la guerra"—afirma The New York Times. Por su parte, The Sunday Telegraph lo llama el "'momento 11-S' de Israel". En toda esa cobertura —sin diferencia alguna con la manera en que, en su momento, los medios encuadraron los ataques de septiembre de 2001—, la Operación Inundación de al Aqsa es sistemáticamente tratada como "año cero" y la prensa occidental representa las acciones bélicas de Israel como si no fuesen más que una respuesta al sorpresivo ataque de Hamás.

Pero el registro escrito de las políticas de corta-y-pega de la Nabka infligida por Israel al pueblo palestino se remonta mucho más atrás y es más profundo que la semana pasada. La Operación Inundación de al Aqsa no es un ataque momentáneo o puntual: es la más reciente fase en una lucha anticolonial por la autodeterminación.

Como era de esperar, la reacción inmediata que emanará de semejante discurso en boca del mundo académico, grupos de derechos humanos y organizaciones financieras de Occidente será exigir que se condene el asesinato de civiles, mujeres y niños israelíes a manos de combatientes palestinos durante el levantamiento. En nuestros respectivos espacios, se pedirá por igual a palestinos, activistas, estudiantes, académicos, artistas y defensores de los derechos humanos que una vez más declaren su oposición a toda resistencia violenta y a los ataques directos contra civiles e instituciones civiles israelíes. Por extensión, se pedirá a los amigos de los palestinos y a las voces solidarias que le digan a un pueblo ocupado de qué manera resistir a sus opresores y que le dicten métodos aceptables para su movimiento de liberación.

A la hora de abordar estas cuestiones, las personas con conciencia no necesitan reinventar la rueda. A ese respecto, podemos extraer enseñanzas de lo que alguna vez dijera el intelectual palestino Ghassan Kanafani, a quien en una entrevista que le hiciera Richard Carleton en 1970 en Beirut, le preguntaron repetidamente por qué el Frente Popular para la Liberación de Palestina no entablaba conversaciones de paz con los israelíes. ¿Por qué no hablar? ¿Por qué no hablar de la posibilidad de la paz? Luego de señalar que el encuadre de la pregunta exigía al mismo tiempo capitular y rendirse ante la ocupación israelí, Kanafani rechazó la propuesta del entrevistador por tratarse en realidad de "una conversación entre la espada y la nuca".

Cincuenta años después, seguimos enfrentándonos a la borradura colonial en la forma misma de encuadrar la cuestión de la liberación palestina.

 Antes del actual levantamiento, a nadie se le preguntaba si condenaba la matanza de civiles palestinos.

 ¿Se opone a que se dé muerte a tiros a una joven que daba de comer a su gato en el tejado de su casa, como le ocurrió a Jana Zakarneh, de 16 años?

 ¿Condena las incursiones militares nocturnas contra cientos de hogares palestinos de Nablús y Yenín, en el curso de las cuales se encierra a las familias en sus salas de baño y se convierten los salones de sus viviendas en puestos de francotiradores?

 ¿Se opone a que se ataque a grupos palestinos de derechos humanos como al Haq y Adameer?

 ¿A qué se retengan decenas de cadáveres de palestinos en vez de entregárselos a sus familiares?

¿A la captura extrajudicial de niños palestinos como moneda de cambio?

Se trata de preguntas casi imposibles de imaginar, que rara vez se plantean o a las que rara vez se les concede espacio en el mundo académico, los medios de comunicación o las organizaciones financieras de Occidente.

 Dicho esto, ¿declaramos nuestra oposición a la resistencia violenta? ¿Condenamos los ataques contra civiles e instituciones civiles israelíes? Planteada así, es una pregunta colonial, pues se plantea como en el vacío, sin que al mismo tiempo se analicen el poder y la historia. Si la pregunta se plantea ahora es solo porque civiles israelíes han sido esta vez blanco directo, en masa, y han sido asesinados. Y como la sociedad israelí está inscrita en la mirada europea y occidental de la subjetividad política —porque los israelíes tienen derecho a tener derechos—, la condena de los ataques contra civiles antecede ahora a toda colaboración y a todo apoyo en favor de los palestinos.

Enfrentarse a una pregunta encuadrada de ese modo es enfrentarse a la borradura colonial en la que se basa. Porque al formular nuestra respuesta sobre el valor de la vida y la dignidad humanas, tan pronto como empezamos a arañar la superficie del paisaje cotidiano hipermilitarizado de la vida de los palestinos bajo el apartheid israelí, la conversación termina, se autodestruye y se inmuniza a sí misma. Por esa razón, se trata de una pregunta engañosa, de una conversación deshonesta e hipócrita en la que de entrada ya se ha decidido quién tiene derecho a ser humano. Y por ello, como personas de conciencia, la rechazamos.

 Imagen cedida por Shutterstock

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Traducido por Rolando Prats del texto en inglés publicado en el blog de Verso Books el viernes 13 de octubre de 2023.